Como sabemos, el ladrido es una de las formas de comunicación más evidentes y “elocuentes” del perro: ladran cuando están emocionados y quieren salir de paseo, ladran para reclamar nuestra atención, ladran como advertencia ante algo que supone una amenaza pero, en múltiples ocasiones el ladrido se vuelve constante, sin motivos aparentes, y se convierte en un serio problema para la convivencia y para la integración del perro ¿Qué se puede hacer en este caso?
1. Averiguar el origen del ladridoEl primer paso para solucionar este problema es entender por qué ladra tanto nuestro perro. Las causas más comunes de los ladridos son:
– Para reclamar nuestra atención (quiere comer, salir a pasear, etc.).
– La emoción y la alegría (cuando llegamos a casa o para jugar con otros perros…).
– El aburrimiento (no tiene suficiente actividad o pasa mucho tiempo solo).
– La ansiedad (muy común en perros nerviosos o inseguros, el ladrido les sirve para liberar su estrés).
– El miedo (a los ruidos fuertes, a personas desconocidas, etc.).
– El “sentido” de territorialidad (como advertencia a los intrusos).
– Para reclamar nuestra atención (quiere comer, salir a pasear, etc.).
– La emoción y la alegría (cuando llegamos a casa o para jugar con otros perros…).
– El aburrimiento (no tiene suficiente actividad o pasa mucho tiempo solo).
– La ansiedad (muy común en perros nerviosos o inseguros, el ladrido les sirve para liberar su estrés).
– El miedo (a los ruidos fuertes, a personas desconocidas, etc.).
– El “sentido” de territorialidad (como advertencia a los intrusos).
Es importante distinguir este tipo de hábitos de un problema específico y más complejo como es la ansiedad por separación, de la que ya os hablamos en esta entrada.
2. Seguir un método: ser constantes y pacientes.Dependiendo del origen de ese ladrido constante, y mediante la educación, intentaremos no favorecer esta conducta inadecuada.
-No fomentar el ladrido por demanda: los ladridos para llamar nuestra atención o solicitar algo (comida, juego, paseo, premio, caricias…) suelen comenzar cuando el perro es un cachorro. A menudo, al propietario le hace “gracia” que su pequeño se comunique con él de esa manera y cede concediéndole al perro lo que quiere en el momento que ladra. Promover esa conducta es un error ya que el perro comprenderá rápidamente que ladrando sin parar consigue todo lo que desea inmediatamente.
En este caso, podemos seguir tres pautas:
– Decirle “no” “silencio” o “calla” en el momento que comience, de forma serena pero sin gritarle jamás (esto solo le creará ansiedad y más ganas de ladrar). Si tenemos “suerte” y el perro cesa de ladrar en ese momento recompensaremos positivamente esta actitud. Manteniendo este sistema, el perro aprenderá que estar tranquilo y sin ladrar es un comportamiento correcto.
– Si no logramos los resultados apetecidos, entonces lo ignoraremostotalmente mientras ladra, sin prestarle la más mínima atención. Incluso regañarle mientras está ladrando le hará creer que ya está consiguiendo nuestro interés. Lo que pretendemos con esta indiferencia es que el perro no espere ningún tipo de respuesta o atención por nuestra parte a esa conducta.
– El reemplazo: se tratar de evitar este comportamiento indeseado enseñándole una conducta alternativa que sustituye y evita la incorrecta. Esta estrategia requiere constancia y paciencia, y suele dar buenos resultados. Por ejemplo, si sabemos que nuestro perro ladra “como un loco” por que quiere jugar a la pelota con nosotros, enseñémosle a buscar la pelota, traerla, sentarse y entonces jugar con nosotros. El aprendizaje le permite focalizarse en una “tarea útil”, que evita su aburrimiento, le mantiene activo y es recompensado.
3. Cuerpo y mente en plena forma.Si tu perro ladra para expresar su aburrimiento o frustración debidos a la falta de actividad tanto física como “mental”, practicar regularmente deportes como el Canicross, Agility, o Habilidades Caninas suele ser una de las mejores y más divertidas formas de “terapia” para conseguir que se sienta equilibrado emocionalmente y totalmente integrado en su familia ¡Te sorprenderá!
En ocasiones, y según la complejidad del problema, es necesario pedir asesoramiento a un etólogo o educador profesional para que nos ayude a corregir esta conducta.